Ulka, la chica de la era de hielo - La ley de la sangre by Luis Benitez

Ulka, la chica de la era de hielo - La ley de la sangre by Luis Benitez

autor:Luis Benitez [Benitez, Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Patagonia, Mendoza, Argentina, Cordillera de los andes, Aconcagua, Prehistoria, Cavernicolas, Clanes, Dinosaurios, Diente de sable, Chile
editor: Pampia Grupo Editor
publicado: 2017-08-16T03:00:00+00:00


La anciana aferró la muñeca de la joven y la guió para seguir adelante por el túnel, atravesando por entre las enormes costillas amarillentas del colosal esqueleto. Cuando sin quererlo Ulka rozó la osamenta del elefante, esta se quebró como si la hubiese golpeado con una maza de piedra y una nube de polvo amarillento y maloliente cayó sobre ambas mujeres, haciendo que la anciana se volviera a mirarla con reprobación, pero sin dejar de entonar su enigmática melodía y de estar atenta tanto a dónde ponía el pie como a qué podía presentarse más adelante. De los huesos del elefante nada quedó detrás de Ulka y la anciana, salvo montones de un polvo antiquísimo.

El olor se transformó decididamente en un fuerte hedor a podrido y las osamentas de caballos enanos aumentaron su número según siguieron avanzando, algunas de ellas todavía cubiertas por jirones de carne descompuesta. La proporción de luz se había hecho mucho mayor y también la helada corriente que congelaba aquel lugar. Y mientras esto sucedía, Ulka oyó con toda nitidez aquel sonido misterioso, el que tantas veces había escuchado como un eco que llegaba desde el interior del segundo túnel hasta la gran caverna, pero ahora amplificado por las paredes de piedra que la rodeaban. Era agudo y penetrante, como un fuerte silbido que terminaba bruscamente en un gruñido, para luego repetirse. La anciana dejó de cantar y se detuvo bruscamente, indicándole a Ulka que hiciera lo mismo pero que siguiera detrás de ella, sin adelantarse.

El túnel en esa sección, tan cubierta de huesos de caballo, se ensanchaba hasta formar una cámara de varios metros de ancho y alto, casi esférica. Más allá de donde terminaba el piso tapizado de osamentas Ulka descubrió el origen tanto del viento helado como de la luz: una brillante abertura que comunicaba con el exterior, aunque ella no lograba ver más allá de su brillo al contrastar tanto este con la comparativamente poca iluminación que había en el interior.

El corazón de Ulka palpitaba aceleradamente, pero llegó a creer que iba a detenerse cuando, sin previo aviso, sin nada que permitiera imaginárselo, una sombra enorme y veloz surgió imponente ante ellas, como salida de la nada. Ulka, sin poder creer todavía lo que estaba viendo, tuvo que apoyarse en la pared del túnel para no caer. Aquello era algo increíble y se movía amenazante, a pocos metros de donde estaban, como surgido de un sueño, o mejor dicho, de una pesadilla. Una pesadilla horrorosa.

El enorme animal resultaba parecido a un gigantesco avestruz, pero sus largas patas, gruesas y escamosas, lucían unas formidables garras negras y curvas, capaces sin duda de desgarrar a cualquier otra bestia que se le pusiera adelante. Su plumaje era muy espeso, gris, rojizo y blanco; tenía unas alas ridículamente pequeñas, del todo inútiles para volar. Su largo cuello se veía muy poderoso, para alcanzar a sostener una cabeza enorme terminada en un penacho de plumas negras que, mientras miraba con tremenda ferocidad a esas intrusas en sus



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